AURA Y LA CENA
El libro nos cuenta como un joven historiador que, atraído por un muy buen sueldo, llega a una antigua casa en el viejo centro de la ciudad. Felipe Montero es requerido para organizar y rescribir las memorias de un coronel francés que peleó y luchó en México. Consuelo, la viuda del coronel, y Aura, su sobrina, viven en esa casa. Felipe se impresiona con la belleza de la sobrina y decide quedarse. Empiezan a suceder cosas extrañas en la desgastada y oscura casa. Entre la realidad y la fantasía, Felipe vive un romance con Aura y está convencido de querer llevársela de allí. La anciana perece dominar a la sobrina y, además, ambas actúan de la misma forma. Felipe pierde el sentido de la realidad, entre los sueños y la vida diurna.
Al final de la novela el descubre unas fotografías del siglo pasado y se da cuenta de que es el y Aura, lo cual implica que el fue el general y Aura Doña Consuelo.
Este nos habla del retorno y del amor que perdura a través de los años.
Alfonso, el protagonista que nos cuenta su insólita aventura, inicia esta historia con una apresurada carrera que lo llevará a una cita extraña pero sugerente; esa misma mañana le habían enviado una misiva con las siguientes palabras: "Doña Magdalena y su hija Amalia esperan a usted a cenar mañana, a las nueve de la noche. ¡Ah, si no faltara!..."
El camino hacia el sitio convenido se encuentra plagado de figuras irreales, oníricas; la luz artificial y la agitación del momento contribuyen a la creación de una atmósfera extraordinaria. Una vez en la casa, el supersticioso joven se encuentra frente a la silueta envuelta en tinieblas de una mujer nunca antes vista.
Más adelante, la visión de un vestíbulo anodino y trivial -cuando había cifrado sus expectativas en algo más interesante- lo decepciona un poco, pero al avanzar se encuentra con el sitio “respetable” que había imaginado. Destaca especialmente un retrato que, en palabras del propio Alfonso sería “el de un señor de barba partida y boca grosera”.
Alfonso comienza a sentirse hipnotizado por Amalia y Doña Magdalena, quienes vestidas de negro y con actitudes paralelas, insinuantes y estremecedoras, lo conducen a cierto estado placentero (gracias también, a los efectos del vino). La disposición y las sensaciones de Alfonso y ambas mujeres van transformándose gradualmente, hasta el punto en que llega a sentirse deprimido y agobiado. Esta situación cambia en cierta medida con la repentina invitación de acudir al jardín, que el protagonista describe como “semejante a un camposanto”. En su delirio, sus recuerdos sobre este sitio se muestran tenebrosos y sombríos:
“Creo haberles oído hablar de flores que muerden y de flores que besan; de tallos que se arrancan a su raíz y os trepan, como serpientes, hasta el cuello.”
Sin embargo, Alfonso no recuerda haber visto plantas en esa oscuridad y debido al aburrimiento, entre otras cosas, termina por quedarse dormido. Al despertar, el desenlace del relato se precipita cuando las fantasmales señoras comienzan a hablar de cierto capitán el cual, joven y apuesto, había marchado a Europa donde, tras quedar ciego en una explosión, ya no tuvo posibilidades de admirar su tan anhelado París. Pero él, Alfonso, le hablaría de esa ciudad a través de su retrato; de un retrato en el que febrilmente y de manera incomprensible, se reconoce a sí mismo…
El retorno a casa se presenta tan espectral como antes. La única prueba de la veracidad de esta aventura de pesadilla, sería una florecilla en su ojal
Comentario:Las dos historia estan muy relacionadas la de Aura al final Felipe reconoce el amor con doña Consuelo, el de la cena me da la impresion que el ve lo que fue en su vida pasada y las dos mujeres representaban su familia, tal ves esposa e hija.
Es difícil pensar que esto suceda pero por que cerrarnos a las posibilidades, seria muy egoísta pensar que el ser humano es el único que habita en el mundo y no detenerse a pensar que existen otras dimensiones que están unidas con la naturaleza y en su momento exista el retorno del alma.
Al final de la novela el descubre unas fotografías del siglo pasado y se da cuenta de que es el y Aura, lo cual implica que el fue el general y Aura Doña Consuelo.
Este nos habla del retorno y del amor que perdura a través de los años.
Alfonso, el protagonista que nos cuenta su insólita aventura, inicia esta historia con una apresurada carrera que lo llevará a una cita extraña pero sugerente; esa misma mañana le habían enviado una misiva con las siguientes palabras: "Doña Magdalena y su hija Amalia esperan a usted a cenar mañana, a las nueve de la noche. ¡Ah, si no faltara!..."
El camino hacia el sitio convenido se encuentra plagado de figuras irreales, oníricas; la luz artificial y la agitación del momento contribuyen a la creación de una atmósfera extraordinaria. Una vez en la casa, el supersticioso joven se encuentra frente a la silueta envuelta en tinieblas de una mujer nunca antes vista.
Más adelante, la visión de un vestíbulo anodino y trivial -cuando había cifrado sus expectativas en algo más interesante- lo decepciona un poco, pero al avanzar se encuentra con el sitio “respetable” que había imaginado. Destaca especialmente un retrato que, en palabras del propio Alfonso sería “el de un señor de barba partida y boca grosera”.
Alfonso comienza a sentirse hipnotizado por Amalia y Doña Magdalena, quienes vestidas de negro y con actitudes paralelas, insinuantes y estremecedoras, lo conducen a cierto estado placentero (gracias también, a los efectos del vino). La disposición y las sensaciones de Alfonso y ambas mujeres van transformándose gradualmente, hasta el punto en que llega a sentirse deprimido y agobiado. Esta situación cambia en cierta medida con la repentina invitación de acudir al jardín, que el protagonista describe como “semejante a un camposanto”. En su delirio, sus recuerdos sobre este sitio se muestran tenebrosos y sombríos:
“Creo haberles oído hablar de flores que muerden y de flores que besan; de tallos que se arrancan a su raíz y os trepan, como serpientes, hasta el cuello.”
Sin embargo, Alfonso no recuerda haber visto plantas en esa oscuridad y debido al aburrimiento, entre otras cosas, termina por quedarse dormido. Al despertar, el desenlace del relato se precipita cuando las fantasmales señoras comienzan a hablar de cierto capitán el cual, joven y apuesto, había marchado a Europa donde, tras quedar ciego en una explosión, ya no tuvo posibilidades de admirar su tan anhelado París. Pero él, Alfonso, le hablaría de esa ciudad a través de su retrato; de un retrato en el que febrilmente y de manera incomprensible, se reconoce a sí mismo…
El retorno a casa se presenta tan espectral como antes. La única prueba de la veracidad de esta aventura de pesadilla, sería una florecilla en su ojal
Comentario:Las dos historia estan muy relacionadas la de Aura al final Felipe reconoce el amor con doña Consuelo, el de la cena me da la impresion que el ve lo que fue en su vida pasada y las dos mujeres representaban su familia, tal ves esposa e hija.
Es difícil pensar que esto suceda pero por que cerrarnos a las posibilidades, seria muy egoísta pensar que el ser humano es el único que habita en el mundo y no detenerse a pensar que existen otras dimensiones que están unidas con la naturaleza y en su momento exista el retorno del alma.